EL DÍA QUE MESSI CONQUISTÓ PARIS

Por Jorge Bafico

Hernán Casciari en un cuento llamado “Messi es un perro” escribe que mirando en Youtube descubre que “el video muestra cientos de imágenes en las que Messi recibe faltas muy fuertes y no se cae. No se tira ni se queja. No busca con astucia el tiro libre directo ni el penal. En cada fotograma, él sigue con los ojos en la pelota mientras encuentra equilibrio. Hace esfuerzos inhumanos para que aquello que le hicieron no sea falta, ni sea tampoco amarilla para el defensor contrario”.
Messi no se queja, no insulta, no es estridente. Messi es la antítesis del Diego, del Diegote, del exceso, de la estridencia. Messi habla bajito, es familiero, es amigo de sus amigos. No hace escándalos fuera de la cancha ni dentro de la misma. No se ofrece tanto como un objeto, como Maradona. Messi no es un sujeto tan interesante mediáticamente, no hace ruido.

Pero Messi, como el Diego, también tiene caídas: finales perdidas, penales errados, renuncias a la selección. Y poco a poco se va mostrando su lado más humano, ese que hace engordar el ojo ajeno, ese que lo hace parecer más próximo. Ese que nos deleitó hasta el éxtasis cuando le gritó a un ex compañero del Barcelona Jerry Mina, defensa colombiano: “¡Bailá ahora!”, después de errar el penal en la última Copa América. Un verdadero punto de inflexión para nosotros, uruguayos castigados y humillados por el baile provocador y mezquino del caucano defensor. Messi definitivamente torció el destino y se hizo más próximo que nunca, casi uruguayo para nosotros. Messi dio muestras de la “garra charrúa”. Nunca probablemente se dio una circunstancia igual donde personas de todo el mundo dejaron de hinchar por una selección y lo hicieron por un jugador. Messi, luego de mucho sufrir por años, donde la suerte le era esquiva, logró el campeonato esperado. Ahora si el héroe se transforma en héroe oficial. Ya nadie lo discute.

Pero las vueltas de la vida, que es democrática y ataca a pobres y ricos, mostró su cara más feroz. Apenas unos días de vacaciones y se encontró con la sorpresa que su equipo de fútbol de toda la vida le daba la espalda. Messi de un día para otro sintió lo que es ser abandonado. Apenas tuvo tiempo para despedidas, con el estadio más vacío que nunca el hijo adoptado por Barcelona se fue por la puerta chica. En un mes pasó de la gloria al ostracismo, exiliado sin quererlo, repetía la propia tragedia de su entrañable amigo Luis Suárez. En el fútbol no hay lugar para romanticismos ni lealtades.

Messi más hombre que nunca lloró desconsolado en la conferencia de prensa que le hicieron de despedida y a las apuradas. Messi lloraba, el camarógrafo que registraba la escena lloraba también y nosotros que observábamos lo que el camarógrafo registraba llorábamos también. El mundo global, el ojo instantáneo, el llanto que contagia en el imperio de las imágenes. Antonella, su mujer, le alcanza un pañuelo. Gesto de amor que es reivindicado mundialmente. Todos además de amar a Messi aman a Antonella por el gesto, simple, sencillo, que tendría que ser habitual pero que, en este tiempo, mucho más cerca del goce que del amor parece no serlo. Sin querer se arma otra escena donde el héroe caído en desgracia tiene el apoyo de su familia, pero también de todos los que ahí estamos observando como voyeurs embelesados. Es que los héroes tienen eso, generar la admiración a distancia. Messi se despide entre aplausos y parte rápidamente a un nuevo destino. Los héroes tienen otros tiempos, viven a otro ritmo. Es tan rápido lo que sucede que solo podemos adherirnos a las imágenes sin analizar demasiado el contexto.

El pañuelo en el que lloró Messi no alcanza a secarse cuando Messi está en el aeropuerto de París, con una remera alusiva a la ciudad, un Rolex de oro rosa saludando a sus nuevos seguidores.

Todo esto: salir campeón de América en Brasil, ser despedido en Barcelona  y ser recibido como héroe en París en menos de treinta días. Imposible para cualquier mortal asimilar estos embates de la vida. Por eso tenemos que pensar que solo Messi, quizás si es verdaderamente un héroe, lo puede hacer. Hoy los mitos han dado lugar a estos héroes modernos, donde la imagen constituye la forma predilecta del decir contemporáneo y Messi más que nadie nos muestra que la subjetividad sigue construyendo héroes para poder generar ficciones que nos abriguen.

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